columna#2: romanticismo

columna 1

Vivimos tiempos públicos. Todo tiende a la transparencia. A que la intimidad no sea otra cosa que pudor. En países como Dinamarca u Holanda, muchos de sus habitantes no utilizan cortinas en sus ventanas. Internet y los teléfonos móviles han conseguido que todos accedamos a todos, nos ha facilitado exhibirnos y que expongamos y contemos nuestras opiniones y gustos sobre temas importantes o peregrinos, lo mismo da, pero en alta definición. Estamos para mostrarnos, para que allá afuera sepan que existimos y se enteren cómo existimos. Como si no hubiese nunca nada de qué avergonzarse. Total, ahora todos somos el público de todos y, por consiguiente, cualquier juicio es anulado por el de los demás. Por eso no me extraña cuando un viejo amigo, hace unos días, me envía por mail un enlace a una nota aparecida en un periódico donde sale una ex compañera de carrera en ropa interior haciéndose una selfie: “Tiene 38 años, tres hijos, se ve como quiere y busca motivar a otras mujeres”, reza el título. Mi amigo y yo comentamos vía mail, entre divertidos y consternados, la obsesión actual y global que existe por el cuerpo. “Realmente no entiendo”, me escribe este amigo, “yo quería ser flaco para parecer un escritor del romanticismo y no un actor porno”.

Fuente: La Estrella de Tocopilla. 10/8/2017

Deja un comentario